miércoles, 20 de mayo de 2009

"PESADILLA EN ELM STREET 2 . LA VENGANZA DE FREDDY” (1985). ASPECTOS HOMOERÓTICOS EN UNA PELÍCULA DE TERROR PARA ADOLESCENTES YANKEES. (I)


Tenía recuerdos demasiado vagos de “Pesadilla en Elm Street 2. la venganza de Freddy” por la mala calidad del VHS que alquilé y por que con trece años me dejé llevar más por la primera parte de la serie, la película original entendida como una obra cerrada en sí misma y, sobre todo, por la cuarta parte, en la que Freddy tiene una presencia casi continua.

La segunda película de Pesadilla en Elm Street, representa un islote aislado dentro de la serie, ya que Wes Craven “fundará” la franquicia solo a partir de la tercera entrega, obviando esta secuela y sin que ninguna parte relevante de la misma tenga presencia en las sucesivas cinco películas. En realidad, poco tiene “Freddy revenge” del mundo fantasioso y “onírico dado la vuelta” bien entendido por Wes Craven, si no son dos o tres elementos que rescatan la imaginería de la casa de Elm Street y resultará una enésima revisitación del mito de Fausto, después de Jekyll y Hyde, Dracula o Dorian Gray, a pesar de algunos elementes extraídos de hits del Terror como "Amityville", "El exorcista" y hasta de "Los pájaros", que quedan como oscuros lunares y desmerecen de este drama psicológico. Digamos que “Freddy Revenge” sería Buñuel a lo que las otras seis películas Lynch.

Ya desde el comienzo con el resalto de “Nightmare” en letras rojas por encima de “Elm Street” y “Freddy revenge” se nos adelante que el interés de los factores del mismo no está en Freddy, ni en Elm street, sino en presentar una pesadilla en sentido ampliamente romántico.

La luz de la película emerge sobre todo del protagonista, Mark Patton, un actor que ganó el rol a algunas estrellas de hoy, un rol que vale por una carrera, la misma que le costó su interpretación, demasiado buena, y aquí aparecer otra dicotomía que marca la película: Sin alguien como Patton la transmisión de esos aspectos homoeróticos que vamos a intentar señalar hubiese resultado ininteligible; pero el público no esperaba (ni demandaba) calidad interpretativa, y aquí nos introducimos en la materia.

Pienso que el asfixiante transfondo homoerótico que contiene la película de Jack Sholder se hace mucho más tangible por las miradas torridas de Jesse, (Mark Patton) y sus arrebatos over the top que por toques como el bailecito en su habitación, decididamente gay. Ya en la secuencia (onírica) de presentación, dentro de autobús escolar, llama la atención el aspecto casi cadavérico y sin embargo sudoroso del protagonista, con su presencia andrógina de estrella GLAM y psique torturada. Unos asientos más adelante, dos petardas no dejan de comentarle entre ellas. El bus comienza a aumentar su velocidad. La inquietud surge. Tras una carrera desenfrenada por la ciudad de Springwood y de allí al desierto, el cielo se oscurece la tierra arenosa se hunde bajo el bus escolar y surgen tres pilastras naturales de piedra, falos, que parecen sacados de algún cuadro de Dalí, sobre las que queda suspendido el bus. Entonces el rayo eléctrico, que da la vida, castiga su cubierta, como cuando Frankenstein creó a su criatura. Solo entonces el conductor del autobús, que no es otro que Freddy Krueger, se alza amenazando a los estudiantes hacinados al fondo el bus, con su sempiterno guante de afiladas garras metálicas. El bus va perdiendo su equilibrio entre dos falos de piedra y Jesse se acerca a Freddy para afianzarlo: El monstruo de la mente de Jesse ha nacido. A partir de entonces la película podría haber funcionado incluso mejor, sin Robert Englud haciendo de Freddy y el propio Patton desempeñando el doble rol, e incluso me aventuraría a afirmar que bajo el grueso maquillaje muchas veces está Patton y no Robert Englud.

En realidad, el psicópata asesino en serie Krueger, luego convertido en poderoso demonio nocturno, no es más que una excusa para la obsesión de Jesse; la historia de los que sufrieron por el monstruo, incluso murieron en su propia casa, solo es la chispa del rayo para encender el ser íntimo de Jesse. Entonces, la conjunción de la obsesión y las debilidades propias… ¿No podrían ser la puerta para la aparición del psicópata, que con sus crímenes aliviase el sufrimiento que le provoca una identidad sexual no admitida?

En la habitación de Jesse, el adolescente, predominan las formas fálicas, con la omnipresente raqueta, en la cabecera de la cama. Amanecemos en la realidad. Jesse se levanta de la cama. Solamente un fino calzoncillo tapa sus miembros sexuales, (que veremos en la siguiente secuencia cuando durante una pelea con Grady, su compañero-confidente, este le baja los pantaloncitos de fútbol). Conviene resaltar que durante ¾ partes del metraje Jesse muestra alguna desnudez corporal. Jesse baja a desayunar. En la cocina nos encontramos el clásico desayuna american way of life. La discreta presencia de Hope Lange como la madre del protagonista afianza la lectura camp. El personaje del padre, (sin bien no está demasiado desarrollado), trata a su hijo como una proyección de si mismo y de sus confusos deseos homoeróticos soterrados, que la mujer-madre termina siempre de ahogar. Afortunadamente esta trama Padres-hijo queda a la sombra de la trama principal de la identidad sexual y se nos ahorra el conflicto generacional. Otro apunte interesante está en el personaje de la hermanita de Jesse, siempre punzante y ostentosamente femenina aún en su niñez. Su presentación la muestran embutiéndose en los dedos de una mano unas largas uñas, (rojas) que ha encontrado en su caja de cereales, bajo la aterrada mirada de Jesse.

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