miércoles, 20 de mayo de 2009

"PESADILLA EN ELM STREET 2 . LA VENGANZA DE FREDDY” (1985). ASPECTOS HOMOERÓTICOS EN UNA PELÍCULA DE TERROR PARA ADOLESCENTES YANKEES. (y II)

Desde la primera secuencia en la casa ya hemos advertido el uso de insertos, algunos hasta soeces, pero que funcionan como perfectos indicadores, (el tomate ROJO, los huevos en la sartén, los discos, las miradas fuera de campo).
Enseguida, tras la puerta roja de la casa, aparece Lisa, la que pasa por ser la novia de Jesse y juntos se acercan al coche azul de Jesse.

Más importante es la “intervención cromática” que Sholder elige para transmitir la psicología, (cambiante) de los personajes y de sus intenciones, (conscientes o no). Así, la casa de Elm Street está decorada en tonos verdosos y neutros poco saturados, como lavados pero... ¡Oh invención! la puerta de acceso está pintada de un rojo profundo, como puerta al horror o a los deseos sexuales no consumados.


Enunciamos que la puesta en escena se marca sobre todo en el vestuario de los personajes y privilegia un uso extenuante del color rojo y su simbología, enfrentado a los azules. Queda claro que el rojo se usará para sugerir los deseos homosexuales y los azules para señalar la “normalidad” de lo straight. Así a Jesse se le mostrará normalmente con ropas en tonos azules y solo de rojo en los sueños y cuando su deseo se enciende y hace evidente, (por ejemplo, cuando durante el sueño en clase una serpiente pitón se le enrosca). A Grady se le mostrará siempre de rojo, como objeto de deseo de Jesse. En realidad con cada personaje, hasta con el simple figurante, se puede aplicar esta simbología del color y no exagero un ápice.


Otro aspecto destacable es el sadismo, que se da no solo en Freddy/Jesse, sino también en el padre y en el entrenador Schnaider, que castiga a Jesse y a Grady a una interminable tanda de flexiones, durante la que Grady espeta entre bromas que han sido castigados porque Jesse es “del tipo” de Schneider. Después de que se les levante el castigo y mientras comparten una ducha, Grady no ahorra a Jesse ninguna pregunta en relación a sus “circunstancias”. En cambio, en otra de las sucesivas escenas de duchas que comparten, Grady le preguntará a Jesse si recuerda lo que sueña a lo que este llegará a contestar con ojos candorosos: “Solo los húmedos”.


Enseguida se vuelve a hacer noche en la casa de Elm Street. La temperatura es infernal y los objetos se derriten y funden, (de nuevo Dalí). Vuelve a aparecer Freddy Krueger que tras jugar con Jesse en sus lugares comunes de la casa, (el sótano, a pié de la escalera), le hace el ofrecimiento del “pacto”: “tú tienes el cuerpo y yo el cerebro”. Jesse encontrará el guante de cuchillos envuelto en un trapo azul: testimonio de que con este puede "cortar" sus deseos homoeróticos.


En este sentido, todavía es más interesante la siguiente secuencia nocturna en la que Jesse pasa del sueño a un estado de realidad no concretada por medio de las sensaciones térmicas, que han agobiado ya desde la primera secuencia a toda la familia Walsh. El calor infernal se convierte de repente en un frío helador, cuando Jesse baja las escaleras de la casa de Elm Street, (todavía viste de azul). En la siguiente escena lo vemos de nuevo con camisa abierta (roja) buscando el calor en un bar de ambiente, (que parece sacado de “El ansia”), el mismo en el que Grady rumoreaba haber visto entrar al entrenador Schnaider. Es precisamente este, vestido de leather en medio del sofocante rojo, el que le agarra del brazo a Jesse. Desde allí, sin continuidad, Jesse llega a la cancha del instituto por un recodo teñido de luz roja de esta. El entrenador le ordena que tome una ducha mientras en la habitación contigua prepara un quit de látigos y otros juguetes eróticos para el esperado acto sexual. El personaje abiertamente homosexual pagará bien cara sus intentona, ya que el guante de Freddy aparece entre vapores y lo desgarra, el mismo guante que aparece a continuación en la mano de Jesse… Al final de la secuencia Jesse, desnudo, es llevado a casa por dos policías, (interesante la sensualidad de ébano y el silencio perturbador de uno de ellos, con un sospechoso profiláctico plástica a modo de protección sobre la gorra del uniforme, (ahora llueve).


Especialmente articulada se presenta en el sentido cromático la larga secuencia de la barbacoa: El espacio está saturado de azul en todo, las sillas, los platos, la gran mancha acuosa de la piscina… En la barbacoa, un muchacho con un gran gorro rojo. Jesse aparece vestido de azul. Lisa, su novia que le ha ayudado a desentrañar la historia de Freddy Kruger que obsesiona a Jesse, se lo lleva al vestuario de la piscina y todo parece indicar que se va a producir el acto sexual, pero… ¡Oh sorpresa! Cuando Jesse está sobre Linda, que lo estrecha fuerte, (violenta), una canción de Pet shop boys, (definitivamente gay), comienza a sonar dietéticamente, cada vez más sonoramente y Jesse comienza a transformarse en Freddy. De su boca sale una larguísima lengua del color del glande, a lo que Jesse reacciona, lógicamente, horrorizado. Jesse es incapaz de proseguir y huye para refugiarse,-vaya- en el dormitorio de Grady que, -casualmente- no ha asistido a la fiesta. Tras lanzar un torrente de dudas y temores inconexos, que Grady no entiende sino como una forma de echarle los tejos, este accede finalmente al ruego de Jesse: “sólo vigílame mientras duermo”. Para más inri, Jesse duerme sobre un sofá azul mientras que Grady no ha salido ni un instante de sus sábanas rojas. El deseo no ha sido consumado y hay que matarlo. Así que Freddy rompe literalmente a Jesse, como Cronenberg visualizaría años después en "Almuerzo desnudo", para salir de él y rasgar con su guante el bello torso de Grady. En un abrir y cerrar de ojos, ante el cadáver de Grady queda solamente Jesse… y su guante de cuchillos. Como no podía faltar en este tipo de cine, Sholder juega con el recurso de los reflejos dobles en espejos y Freddy se asoma desde el otro lado, (¿O es Jesse quien se refleja en Freddy?). El joven huye ahora alarmado a la fiesta adolescente y en presencia de Lisa, al sentirse de nuevo acosado por la curiosidad de ella, vuelve a transformase en Freddy. Pero la chica sabe rehuirlo y enfrentarlo o el monstruo no termina nunca de poder herirla. Así que Freddy/Jesse va a saciar sus ansias de venganza a la piscina, donde el agua ya hierve. Se sucede la climática matanza. Un muchacho, que viste completamente de azul eléctrico, se le aproxima y trata de calmarlo, pero como castigo no es cortado sino arrojado al rojo fuego… Lisa regresa y el miedo vuelve a aparecer en los ojos de Freddy, en los que ella reconoce los de Jesse. Jesse/Freddy escapa.


Estamos cerca del desenlace que tendrá como escenario la fábrica, como organismo vital de Freddy Krueger, ya que entre sus muros coloreados ahora de rojo y azul cometía sus crímenes. Lisa acude en busca de Jesse cuando las hormigas salen de sus miembros, justo donde Freddy/Jesse había mordido durante el ataque. Ella las barre con la mano, (otra vez Buñuel y su idea del deseo no consumado) y no se da por vencida, toma la iniciativa, se implica y resuelve el conflicto con un beso a Freddy que lleva al monstruo a autodestruirse inmolándose en el rojo fuego. De la carne carbonizada resurge de nuevo Jesse preparado para la vuelta a la “normalidad” y dispuesto a ser alienado. El azul aniquila definitivamente al rojo en el cuadro cuando Jesse abraza a Lisa.


Estos son solo algunos aspectos, los más formales, (pero jugosos), para una lectura homoerótica de la película. Queda por preguntarse si definitivamente son todos estos conscientemente buscados. La respuesta podría estar en el casting de Mark Patton, que años después cuenta como los productores de la película se dirigieron a él para audicionar, siendo abiertamente gay, y como una vez en el set, todos los miembros del equipo conocían su condición homosexual. En cuento a Sholder, muchos elementos temáticos de "Freddy revenge", tendrán continuidad en "The Hidden" su sucesiva película, con un tratamiento mucho más refinado dentro de un tema equivalente, viniendo a demostrar una vez más las tendencias homoeróticas dentro del cine de terror.

"PESADILLA EN ELM STREET 2 . LA VENGANZA DE FREDDY” (1985). ASPECTOS HOMOERÓTICOS EN UNA PELÍCULA DE TERROR PARA ADOLESCENTES YANKEES. (I)


Tenía recuerdos demasiado vagos de “Pesadilla en Elm Street 2. la venganza de Freddy” por la mala calidad del VHS que alquilé y por que con trece años me dejé llevar más por la primera parte de la serie, la película original entendida como una obra cerrada en sí misma y, sobre todo, por la cuarta parte, en la que Freddy tiene una presencia casi continua.

La segunda película de Pesadilla en Elm Street, representa un islote aislado dentro de la serie, ya que Wes Craven “fundará” la franquicia solo a partir de la tercera entrega, obviando esta secuela y sin que ninguna parte relevante de la misma tenga presencia en las sucesivas cinco películas. En realidad, poco tiene “Freddy revenge” del mundo fantasioso y “onírico dado la vuelta” bien entendido por Wes Craven, si no son dos o tres elementos que rescatan la imaginería de la casa de Elm Street y resultará una enésima revisitación del mito de Fausto, después de Jekyll y Hyde, Dracula o Dorian Gray, a pesar de algunos elementes extraídos de hits del Terror como "Amityville", "El exorcista" y hasta de "Los pájaros", que quedan como oscuros lunares y desmerecen de este drama psicológico. Digamos que “Freddy Revenge” sería Buñuel a lo que las otras seis películas Lynch.

Ya desde el comienzo con el resalto de “Nightmare” en letras rojas por encima de “Elm Street” y “Freddy revenge” se nos adelante que el interés de los factores del mismo no está en Freddy, ni en Elm street, sino en presentar una pesadilla en sentido ampliamente romántico.

La luz de la película emerge sobre todo del protagonista, Mark Patton, un actor que ganó el rol a algunas estrellas de hoy, un rol que vale por una carrera, la misma que le costó su interpretación, demasiado buena, y aquí aparecer otra dicotomía que marca la película: Sin alguien como Patton la transmisión de esos aspectos homoeróticos que vamos a intentar señalar hubiese resultado ininteligible; pero el público no esperaba (ni demandaba) calidad interpretativa, y aquí nos introducimos en la materia.

Pienso que el asfixiante transfondo homoerótico que contiene la película de Jack Sholder se hace mucho más tangible por las miradas torridas de Jesse, (Mark Patton) y sus arrebatos over the top que por toques como el bailecito en su habitación, decididamente gay. Ya en la secuencia (onírica) de presentación, dentro de autobús escolar, llama la atención el aspecto casi cadavérico y sin embargo sudoroso del protagonista, con su presencia andrógina de estrella GLAM y psique torturada. Unos asientos más adelante, dos petardas no dejan de comentarle entre ellas. El bus comienza a aumentar su velocidad. La inquietud surge. Tras una carrera desenfrenada por la ciudad de Springwood y de allí al desierto, el cielo se oscurece la tierra arenosa se hunde bajo el bus escolar y surgen tres pilastras naturales de piedra, falos, que parecen sacados de algún cuadro de Dalí, sobre las que queda suspendido el bus. Entonces el rayo eléctrico, que da la vida, castiga su cubierta, como cuando Frankenstein creó a su criatura. Solo entonces el conductor del autobús, que no es otro que Freddy Krueger, se alza amenazando a los estudiantes hacinados al fondo el bus, con su sempiterno guante de afiladas garras metálicas. El bus va perdiendo su equilibrio entre dos falos de piedra y Jesse se acerca a Freddy para afianzarlo: El monstruo de la mente de Jesse ha nacido. A partir de entonces la película podría haber funcionado incluso mejor, sin Robert Englud haciendo de Freddy y el propio Patton desempeñando el doble rol, e incluso me aventuraría a afirmar que bajo el grueso maquillaje muchas veces está Patton y no Robert Englud.

En realidad, el psicópata asesino en serie Krueger, luego convertido en poderoso demonio nocturno, no es más que una excusa para la obsesión de Jesse; la historia de los que sufrieron por el monstruo, incluso murieron en su propia casa, solo es la chispa del rayo para encender el ser íntimo de Jesse. Entonces, la conjunción de la obsesión y las debilidades propias… ¿No podrían ser la puerta para la aparición del psicópata, que con sus crímenes aliviase el sufrimiento que le provoca una identidad sexual no admitida?

En la habitación de Jesse, el adolescente, predominan las formas fálicas, con la omnipresente raqueta, en la cabecera de la cama. Amanecemos en la realidad. Jesse se levanta de la cama. Solamente un fino calzoncillo tapa sus miembros sexuales, (que veremos en la siguiente secuencia cuando durante una pelea con Grady, su compañero-confidente, este le baja los pantaloncitos de fútbol). Conviene resaltar que durante ¾ partes del metraje Jesse muestra alguna desnudez corporal. Jesse baja a desayunar. En la cocina nos encontramos el clásico desayuna american way of life. La discreta presencia de Hope Lange como la madre del protagonista afianza la lectura camp. El personaje del padre, (sin bien no está demasiado desarrollado), trata a su hijo como una proyección de si mismo y de sus confusos deseos homoeróticos soterrados, que la mujer-madre termina siempre de ahogar. Afortunadamente esta trama Padres-hijo queda a la sombra de la trama principal de la identidad sexual y se nos ahorra el conflicto generacional. Otro apunte interesante está en el personaje de la hermanita de Jesse, siempre punzante y ostentosamente femenina aún en su niñez. Su presentación la muestran embutiéndose en los dedos de una mano unas largas uñas, (rojas) que ha encontrado en su caja de cereales, bajo la aterrada mirada de Jesse.

viernes, 15 de mayo de 2009

DÉJAME ENTRAR



Huyo de cualquier manifestación artística cuando suena ruído alrededor. Así, probablemente he perdido la oportunidad de ver, por el momento, de sentir, tocar o escuchar ciertas cosas de valor.


Sin embargo, esta vez me dejé conducir por mi intuición a una sala de cine para ver DÉJAME ENTRAR, (Låt den rätte komma in), película escrita por John Ajvide Lindqvist en la que Tomas Alfredson ha encontrado material para plasmar lo sublime.


No diré mucho más, prefiero comulgar con ella, solamente comentaré algo en lenguaje poético, el más acertado para referirse a esta obra: este a modo de cuento cruel, (y perverso) es como una tabla preciosa llena de matices, de texturas, de veladuras. Aún se advierte aquí y allá algúna mancha, algún craquelamiento que nos devuelve a la tierra y nos hace recordar que el cine es un arte manual.


Decía que esta película casi nos hace contemplar la belleza ideal, esa que está en nuestros cerebros y nuestros corazones.