miércoles, 31 de octubre de 2007

PARA TÍ...

Por los viejos tiempos, vamos allá!

lunes, 29 de octubre de 2007

A TÍ.


Vuelvo de un viaje que siempre supe que haría para verte, pero no solo para verte, para estar contigo, pero no solo para estar contigo, para mirar junto a tí, eso sí y siempre.

En tres jornadas me has hecho olvidar, más que un sacramento, hábitos y vicios que tardaré todavía en volver a adoptar; pensamientos oscuros que, ahora, trato de clarear, (como tú sabes, siempre tropiezo en la misma piedra).

Me llevo el sutil y el absoluto, eso que se ve o no se ve, (creo que los dos lo vemos, lo vimos ayer paseando por un lugar atemporal y sublime). Y se que sabes que quiero decir con esto: espectadores del mundo que lo esperan todo y no piden nada, en el país de los ciegos, eso somos y seremos tú y yo.

Gracias por siempre E. C. D. F.

domingo, 21 de octubre de 2007

CITA EN BRAY









Puestos a hablar de las películas de mi vida, hablemos de “Cita en Bray” (RENDEZ-VOUS À BRAY, 1971), de André Delvaux.

Cosas del destino, yo debía de haber visto está película proyectada hace cuatro años. En cambio, solo se me permitió verla el año pasado. Y recuerdo… La Filmoteca de la ciudad del viento pasó un ciclo itinerante dedicado a la figura de André Delvaux. Creo que acudí a todas las pocas sesiones menos a una, la de la película que más me había atraído sobre el programa. Extrañamente, la noche de antes había recibido un mensaje de voz en mi teléfono móvil: un cinéfilo, director y ex-amigo me aconsejó que no dejase pasar esta película, ya que había advertido sorprendentes similitudes con un guión, mi primer guión, que acababa de darle a leer. Esta extraña coincidencia me sugirió todavía más que debía de ver esa película. Al día siguiente, un conductor de autobús perezoso fue el culpable inocente de que no llegase a tiempo, (la Filmoteca de Zaragoza tiene la óptima costumbre de no dejar pasar al espectador una vez comenzada la sesión).

A partir de ese momento me procuré toda la información posible de la película, ya que era virtualmente imposible visionarla en otro formato que no fuese película. Preguntaba siempre a quien me la había recomendado que se mostraba parco en descripciones y en cambio insistentemente reiterativo en que le cediese mi guión, hasta minar nuestra amistad.

Murió Delvaux y, un mes después, apareció en Bélgica la más preciosa edición de una película en DVD que conozco. Esta es, "Cita en Bray".

Una vez vista la película, me pareció haber estado viéndola siempre, viviendo siempre de continuo en ella. Y sí, esas similitudes con mi guión, no realizado, existen.

Pero antes de la película había una novela corta: El propio Delvaux comentó que la elección del material de Julien Gracq: “Le roi Copethua” se debió a las sorprendentes similitudes que encontró entre el personaje de Julien Eschenbach y él mismo, antes de convertirse en director de cine, (es conocido que acompañaba al piano las películas mudas, casi siempre francesas, que se pasaban en la filmoteca de Bruselas). La novela, en palabras de su director: “se passe toute entiere dans un present qui est fait d´une longue attente, d´un climat d´envoutement qui porte les personages a vivre comme un moment reserve de leur vie, un moment dont peut-etre il ne restera plus traces apres”.

A penas hora y media bastan para contar una historia que parece compleja por su interdimensionalidad, pero que es más sencilla que que la vida consciente:

Una tarjeta invita a Julien, (Mathieu Carrière) pianista Luxemburgués, bloqueado en París en mitad de la Gran Guerra, (1917), a pasar dos días en La Fougeraie, una villa en los suburbios de París. Julien no duda ni un momento de que esta provenga de Jaques de Nouil, (Roger Van Hool) su único amigo, ahora oficial de aviación en la Guerra. A Julien le recibe en cambio la hermosa y misteriosa Elle, (Anna Karina) el ama de La Fougeraie. La espera le hace pasar la tarde recordando algunas vivencias del pasado compartidas con su amigo solo o en compañía de la amiga de Jaques, Odile, (Bulle Ogier), bonita aunque algo vulgar, a la que también se la llevó el viento…

En la película, la amistad entre Jacques y Julien se ve completada con el añadido del personaje de Odile, que hace de catalizador entre ambos, una mujer opuesta a la que Julien encontrará en La Fougeraie. La primera es una mujer simple, como el propio Julien e incluso un poco vulgar. Elle, la mujer que Julien encuentra en la villa en vez de a su amigo, es más cercana al carácter y a las costumbres de Jaques, con la que Julien tendrá una experiencia psíquica pura. Su encuentro por una jornada es una ceremonia mística de redención (aunque revestida en la película con toques eróticos, sin duda una metáfora de las cosas descuidadas o no dichas). En palabras de Delvaux: “Cest comme cela que le film s´est costruit: deux femmes, deux hommes, deux formes d´amour .

Dos niveles narrativos pues, en tiempo presente y en tiempo pasado, que confluyen en momentos álgidos. La estructura narrativa de la película es musical, como sería propia de una sonata propia o una sinfonía. Solo hace falta individuar las distintas piezas musicales, (de Brahms a Devrese), y ver como están dispuestas para comprobar su unidad programática y como la soiré musical crea el relato.

La música sería aparente el elemento principal de la película, y desde luego, su fondo, Música casi siempre diégetica, es decir, que suena en la realidad de la película. También para Delvaux este es un film musical. Y si, la película parece más hecha de formas musicales, (estructuras) que de formas narrativas, como sucedía en la novela.

Por otra parte, no se trata de una narración que incluye partes oníricas a partir tiempo pasado, sino que el visionado de esta puede producir el efecto de un sueño. De nuevo en palabras de director, la película: “est une historie d´amor et une historie d´amitie qu´on peut suivre jusqu´au bout sans se poser de questions si on ne veut pass s´en poser”.

Delvaux demuestra ser inteligente al elegir una historia reductiva y de tintes intimistas. Así, en su puesta en escena, puede concentrar sus esfuerzos y enseñar sus armas: Dirección de actores que exaspera hasta el movimiento de un dedo, belleza y verdad en los decorados, perfección técnica en la ejecución del cuadro… etc. Delvaux, opta, esta vez, por largos planos de movimientos fluídos; Fotografía atmosférica, casi fantasmal, atenta a la creación de los ambientes enrarecidos, a partir del diseño de producción, a partir del detalle a todo lo sensorial, (la música, la comida de escena, incluso el tacto de las telas), según una tradición de raíz escandinava.

Delvaux también homenajea a las películas de su infancia, al insertar cinco minutos de un episodio de ese Fantômas que tanto gustaba a los franceses de principios del siglo XX. Dos secuencias más tarde, en el tiempo pasado del relato, Odile rememora la historia que Julien ha acompañado al piano y ella han visto, con vivo interés, en la pantalla. Delvaux nos presenta uno de los momentos mágicos de la película cuando, al pasar de nuevo al tiempo presente, en la Fougeraie, mantiene en la voz en off la narración de la historia de Fantômas por Odile, pero cambiando, gradualmente a la voz en off de Elle, (con una sutileza que puede hacer pasar desapercibido esta exquisitez) , cuando el relato de la película muda puede tener cierta relación con los acontecimientos del momento presente para Julien y la propia Elle.

Metalingüística y polilingüística: La música, el cine… también dos obras de arte plástico, a modo de leit motiv: el grabado de Goya “El sueño de la razón produce monstruos” y el cuadro surrealista “El rey y la Mendiga” de Paul Delvaux, tío del director.

Pero… ¡Basta! Todo está de más ante lo sublimo y yo soy un loco al tratar de analizarlo, aunque sea solo acerando el pincel al lienzo. Y se sabe, la reñida relación entre las distintas artes puede provocar una criatura maravillosa pero letal, (“Croce e deliza”)

Añadiré solo que nunca Delvaux, un autor original e individual, como Bergman, Antonioni o Ford, estuvo tan atinado, (de echo se trata de su película favorita, la que eligió para que apareciese publicada en soporte digital antes de morir), a parte de algún momento de perfección cósmica en la posterior Benvenuta, (1982).

Cita en Bray es una película de relativo fácil visionado, incluso para el espectador no atento al signo, que vea solo la belleza y lo idoneidad de las cosas, que es ya bastante. Pero también ha quedado como uno de los hitos ocultos del cine de todos los tiempos, un Montxalvage que, cuando se encuentra, se ama o se odia como todo lo sublime y si eliges amarlo te pertenece para siempre porque es eterno.

NOTA: El misterio se pasa de mano en mano. Quien desee ver esta película solo tiene que pedirlo aquí. Recibirá una copia en DVD o un conveniente enlace en la red de redes.

jueves, 18 de octubre de 2007

DEBORAH KERR (1921-2007)


Esta mañana recordaba cuando, con 19 años, acudí a la filmoteca de mi ciudad. Quería ver proyectada TÉ Y SIMPATÍA, la película que tanto me había tocado años atrás.
Desde hace unas horas Deborah Kerr ha dejadado el mundo terrenal, pero su dulce mirada siempre acompañará a los limpios de corazón.

Muy pocos lo sabían, esta Gran Señora pasaba largas temporadas en Málaga, la mitad del año, en realidad, con su marido y sus niñas. Quien le escribiese siempre recibía una foto suya con una gentil dedicatoria. Es lo propio de una estrella.

Te queremos tanto, Deborah...

Que el largo viaje te sea propicio.

UN POEMA POR UN ESTADO DE ÁNIMO...


AFTER MANY DAYS

I wonder if with you, as it is with me,

If under your slipping words, that easily flow

About you as a garment, easily,

Your violent heart beats to and fro!


Long have I waited, never once confessed,

Even to myself, how bitter the separation;

Now, being come again, how make the best

Reparation?


If I could cast this clothing off from me,

If I could lift my naked self to you,

Of if only you would repulse me, a wound would be

Good; it would let the ache come through.


But that you hold me still so kindly cold

Aloof my floating heart will not allow;

Yea, but I loathe you that you should withhold

Your pleasure now.

D. H. LAWRENCE.

jueves, 11 de octubre de 2007

RETRATO DORADO


"All good poetry is forged slowly and patiently, link by link, with sweat and blood and tears."


Lord Alfred Douglas

lunes, 8 de octubre de 2007

LOS CHICOS DE LA BANDA (THE BOYS IN THE BAND, 1970)


Cuando por fin se anuncia en USA la aparición en DVD de la película de William Friedkin THE BOYS IN THE BAND, conviene echarle un ojo encima…

Una madrugada de sábado de esos fines de semana en los que me quedaba solo en casa, con trece o catorce años, cogí por casualidad esta película. Aún vista empezada, me impactó profundamente; no podía ser de otra manera. Años después, con 20, descubrí, durante una conversación en un tren, con una reina en toda regla, el título de la película y que esta había sido dirigida por el director de El exorcista, The French connection, Vivir y morir en L. A. o Cruising, películas que me encantan.

Con el tiempo y gracias a un muy buen ripeado del VHS en dual Castellano-inglés, disponible en la red de redes, he podido volver a disfrutar de esta película.

Y yo, que películas de temática GAY pura y dura he visto tantas, afirmo que solamente esta y Ni en tu casa ni en la mía de Rose Troche, mantienen un nivel de calidad alto. Por supuesto, dejando de lado películas en la que aparecen personajes homosexuales u otras “desviaciones”, (obsesiones sexuales, Dragg queens, lesbianas, pederastia…etc), entre las que existen auténticas joyas.

LOS CHICOS DE LA BANDA, la película, aparece en 1970, dos años después de su estreno como obra teatral, que alcanzó más de 1000 representaciones con enorme éxito en el off broadway. El de Mart Crowley, un Diplomado de la Universidad Católica de América, es un buen texto, (a pesar de algún plagio, no justificado, a Oscar Wilde puesto en boca de Harold, mi personaje favorito).

Un poco, el discurso de la obra es que “el único homosexual feliz es el que está ya muerto”, afirmación contra la que lucha exteriormente todo el tiempo Michael, el protagonista. Duro y pesimista pues.

Para su transposición fílmica, Mart Crowley, también productor de la película, a parte de añadir un prólogo con la delirante versión de "Anything Goes" de los Harpers Bizarre, revisa bien poco su obra, (incluso el final de la primera parte de la función sigue estando allí), y salva lo más posible del equipo técnico original y todo el artístico, por supuesto. Para dirigirlo llega un joven, elegante y prometedor director, curtido en la televisión, con tres largometrajes independientes a sus espaldas: William Friedkin,

En sus manos, la película resulta memorable y ya desde su estreno ostenta el rango de cult movie, además de obtener un buen éxito comercial “de minorías”.

Friedkin despliega una puesta en escena real, notable técnicamente, (resulta encomiable el trabajo del operador de cámara), y muy acertada para el material preexistente. Su película marcha sobre carriles a un ritmo ideal y no solamente es una película independiente de Crowley, también lo es de Friedkin.

El arranque de la trama nos muestra un poco la vida cotidiana de siete homosexuales desarraigados, mas o menos exitosos, en una gran ciudad, (unas secuencias muy brillantes, escritas para la ocasión). Luego nos quedamos ya en el piso de Michael, un treintañero sureño y universitario enfrascado en los preámbulos de una fiesta de cumpleaños, que ha organizado para Harold, un ex-amante y ex-patinador, judío picado de viruela, seguramente la única persona a la que haya querido en su vida, para el que Michael no escatima lujos, pagados a crédito con un sueldo del subsidio social. La divertida y loca fiesta de cumpleaños comienza y los invitado, (“mariposas ajadas” y “maricones ansiosos” los ha definido antes el anfitrión), van apareciendo. Enseguida descubrimos sus problemas, ilusiones, miserias enmascaradas bajo el cinismo y las ocurrencias. Durante la velada, regada por ginebra y drogas, ( “La marica cuando está sobria es peligrosa. Cuando bebe es letal”, dirá Harold), se presenta Alan Mcarthy, el heterosexual compañero de habitación en la Universidad de Michael… Todo es posible en lo que queda de noche.

La visión detrás de la película, además de muy gay, es muy yankee, (solo se me ocurre equipararla a la de las presentadoras del reality show Queer eye of the straight guy).

Esto no dificulta, al contrario, que el retrato psicológico de cada personaje está en su sitio, que sea individual y que no necesite ser insuflado por la vida de actores, que por lo demás, aparecen en estado de gracia, hasta llegar a lo antológico, (Cliff Gorman en la loca Emory). Todas salvo, tal vez Keneth Nelson, que da vida a Michael, (un papel escrito para Sal Mineo, demasiado ocupado con los chulos de la mafia). No es que Nelson, que actúa como Judy Garland en la era post Carnegie Hall, y parece un clon de Mineo, esté mal, (dos años sobre las tablas con los jerseys di vicuña de Michael habrán ayudado), pero no es Michael.

Como no podía ser de otro modo, todos los actores murieron de SIDA, todos menos paradójicamente Emory, la María Montez de la película, (con ella se identifica en uno de sus diálogos), que murió de leucemia y, también, el que interpretaba al heterosexual, respetable padre de familia y senador republicano a los ojos del mundo: Alan, el único superviviente del cast masculino.

En líneas generales, la película logra recrear la magia de las situaciones y diálogos teatrales. El mundo de estas “chicas”, tiernas, ruidosas, mentirosas y algo neuróticas resulta totalmente verosímil y lo que es más difícil... natural.

El ritmo insuflado por Crowley y Friendkin a su obra no decae ni un momento, pero puestos a quedarse con algo, son memorables los veinte primeros minutos de la fiesta, en la primera parte, antes de la llegada de Alan, en los que la cámara sigue con planos largos y fluídos a los personajes, en sus aspavientos de Drama Queen y sus bailes al ritmo de "(Love is Like a) Heat Wave", soltando bits memorables como ese de Emory: “¿Con quien hay que joder aquí para que te den una copa?

Es verdad que con la llegada de Harold, en la apoteosis del número de la fiesta, (no voy a desvelarte, mi querido lector, en que consiste esta, si no lo has visto), nos encontramos con el primer momento realmente sublime del largometraje. Este se prolonga durante un rato considerable de tiempo, sobre todo gracias a Harold, que no cesa de repartir sus pequeñas píldoras de glorioso sarcasmo.

Durante el segundo acto, más introspectivo, se sucede el “juego de la verdad”. Los personajes se quitan la máscara y se muestran más sinceros entre ellos, como si fuesen figuras de un aguafuerte, que se va poco a poco disolviendo por la lluvia incesante, permaneciendo en pie, en una nueva oportunidad de ser felices, o quedado anulados, (autoanulados, casi siempre), e inmersos en “el principio de la angustia”.

THE BOYS IN THE BAND es una obra que solo tiene razón de ser en la época en la que se desarrolla, cuando todavía se respetaba algún tipo de valor, (hoy solo hace falta salir a la calle de cualquier gran ciudad y mirar a la cara de los pasantes), o no se había declarado el mal del SIDA que supuso, en palabras de Gore Vidal, “que los chicos quedasen aterrados por practicar sexo”. Cualquier intento de recuperar esta obra, “actualizándola” quedaría desnaturalizado después de 1985 y tal vez en ello radique su grandeza.

37 años después de su estreno, el visionado de esta película sigue procurando una diversión y emoción perdurables. De los duros o crípticos momentos que contiene, para el no iniciado, compensa largamente la imagen, casi al final, de las dos maricas la buena, Donald, que representa todos los valores positivos, y la mala, Michael, abrazadas.

NOTA: Esta es la única película que creo que el doblaje ha mejorado. Si no se entiende perfectamente el inglés recomiendo verla doblada.

sábado, 6 de octubre de 2007

FERNANDO ALONSO, ESE MERCENARIO


Desde hace unos años, me molesta el ruído del televisor de turno, que hay en el lugar en el que me encuentro la mayoría de los domingos.

Decir que el culpable es el piloto de Fórmula Uno Fernando Alonso sería endosarle tantos méritos como marcas registradas ostenta en sus chaquetas de carrera.

Este hombre-anuncio de cajas de ahorros, bancos, relojes, marcas de cerveza, perfumes, crecepelos...etc. es uno de los iconos, (no, icono es un término demasiado gay, mejor, referencia) genuínos para el español medio, necesitado de sentarse dos horas ante el televisor atontado por un zumbido ininterrumpido de los autos que le hipnotizan o vuelven gritón...

A Alonso se le dedica más tiempo en el telediario que a todas las noticias culturales juntas: Triste verdad de España. A Él, a un pobretón ridículo, (un no neck monster, diría Tenessee Williams), que últimamente despliega áires de divo y polemista durante sus solicitadas ruedas de prensa...

Eso si, me molesta su ruído, decía, y me molesta ver su cabezón cuadrado y monoide, la poca salud de su cutis, (Aunque beba cerveza sin alcohol) y su pose absurda, cada vez que agarro cualquier periódico.

Seguro que también huele mal...

PREGUNTA RETÓRICA: ¿Es que la gente no se da cuenta de que no tiene cuello?

martes, 2 de octubre de 2007

CAJA DE PANDORA





A los veinte yo solía organizar un Ciclo de Cine en mi Facultad de Filosofía y Letras.

Lo heredé de unos amigos míos y de la utopía, que un año atrás, tal vez un poco más, les había llevado a ellos a recuperar la idea de un Cineclub “Clásico” universitario, en el que se pudiesen ver aquellas películas que podían interesar al universitario medio-culto y otras menos manoseadas, que ellos querían ver o amaban.

Todavía recuerdo a mi amigo, la influencia más importante en mi vida, cuando me pidió sin pedírmelo que no dejase morir el “ciclo”, él verano que él terminó su licenciatura en Historia, (Dos planes antiguos atrás) antes de marcharse a Italia por un año.

Por supuesto acepte y viví esos meses de curso lectivo de películas, libros, (él me los había pasado con hermosas dedicatorias en su interior) y algunas cartas intercambiadas.
Siempre he defendido ante personas de buenas intenciones que mi estado de entonces no fue solo fruto de la sublimación del recuerdo del pasado, sino de una emoción sentimental que todavía puedo sentir y que me ha apartado y protegido del resto del mundo, además de darme los atributos del escritor, (bueno o malo), y de contador de nuestras historias.

Recordar, recordar siempre… Eso es escribir para mí, un acto masoquista, sin duda.

Ironías, de esos cuatro o cinco amigos solo he mantenido el contacto con uno. El resto se fueron, casi todos en silencio a otras ciudades, otras vidas.

Y yo me quedé en la Ciudad del Viento…

Al menos por unos años. Tenía que terminar la carrera de Historia del Arte y vivir todavía. Pasear solo, recordándole a él o en compañía de amistades desinteresadas y bastante pudorosas; ignorar la poca fluidez de mi economía, (esta no ha cambiado mucho), cuando había que ir a comer a algún sitio o a ver algún espectáculo; salir (o marcharnos) de clase para ocupar un banquito soleado en algún parquecillo, hablar poco y devorar, a la hora del aperitivo, un paqueta de patatas chips. A veces incluso una cerveza.

Fue con Ella, a la que conocí al mismo tiempo que a Él, con la que solía hacer esto último.

Ella es hermosa y, con el tiempo, parece que se ha confirmado esa máxima que me repetía siempre, una cantinela: “Nosotros no cambiamos”.

Antes de marcharse a… Italia, Él la amó. Yo diría que se obsesionó con Ella desde el primer momento. No era difícil. Todos la amaban.

A veces pienso que es por Ella por lo que Él iba conmigo. Pero no. No es posible: Nos esperaban tantas cosas juntos…

Con el tiempo, Ella se unía, ocasionalmente, a nosotros y unilateralmente a él. Pero esa es otra historia…

Volvamos o viajemos meses más tarde, cuando él se fue a Italia, decía, me encargué del “ciclo”. Ella me acompañaba a Vicerrectorado Universitario como “secretaria y vocal” de nuestro “colectivo”, (así figuraba en los estatutos que nos hicieron rellenar), y a las reuniones de la Comisión de Cultura de nuestra Facultad, como compañera y miembro de la comisión también.

En el primer año, ya todos nos conocían de vernos juntos en clase, pegando los carteles anunciantes del “Ciclo” por todo el campus. En las sesiones yo presentaba las películas y ella repartía los panfletos. Siempre sonriente, siempre con una palabra de amabilidad o un comentario ingenioso.

El año anterior me habían visto con Él…

A menudo, durante la proyección salíamos sigilosos y recorríamos los pasillos de la Facultad como habíamos hecho con Él, y Ella lo sabía. Era uno de nuestros homenajes.

Con el tiempo, Mantuvimos charlas e incluso pasábamos veladas con profesores y alumnos que venían a nuestras sesiones. Conocimos algunos despachos y degustamos muchos bocadillos, (deliciosos), tras las películas o cuando nos venia en gana, los dos solos, en compañía o en multitud.

Los bedeles de la Facultad a menudo nos esperaban solo a nosotros para cerrar la Facultad, ya que nuestras sesiones eran de vespertinas a nocturnas.

Una de esas veces Ella y yo bromeábamos mientras recogíamos el Aula Magna, una de nuestras sedes, sin duda la favorita, cuando escuchamos como el gran portón de acceso se cerraba con llave. Llamamos y golpeamos la madera sin escuchar nada al otro lado.

No aceptábamos que nos pudiesen esperar 10 horas juntos, con una manzana y un botellín de agua medio vacío. No nos lo creímos nada, así que enseguida encendí el equipo de música y puse el amplificador a tope mientras ella golpeaba la puerta a son de un intermezzo de una opera de Mascagni, (que no era Cavalleria Rusticana).

Enseguida nos abrieron y salimos del edificio bajo la mirada del bedel de turno y algo enrojecidos.

Luego, con un bocadillo entre las manos y una copa de vino comentamos, como otras veces, lo surrealista que era nuestra ciudad, nuestra vida pues. Nos creíamos el centro del mundo.

Sin duda, en ciudades y vidas distintas, todavía lo pensamos, aguardando una nueva batalla…