viernes, 15 de mayo de 2009

DÉJAME ENTRAR



Huyo de cualquier manifestación artística cuando suena ruído alrededor. Así, probablemente he perdido la oportunidad de ver, por el momento, de sentir, tocar o escuchar ciertas cosas de valor.


Sin embargo, esta vez me dejé conducir por mi intuición a una sala de cine para ver DÉJAME ENTRAR, (Låt den rätte komma in), película escrita por John Ajvide Lindqvist en la que Tomas Alfredson ha encontrado material para plasmar lo sublime.


No diré mucho más, prefiero comulgar con ella, solamente comentaré algo en lenguaje poético, el más acertado para referirse a esta obra: este a modo de cuento cruel, (y perverso) es como una tabla preciosa llena de matices, de texturas, de veladuras. Aún se advierte aquí y allá algúna mancha, algún craquelamiento que nos devuelve a la tierra y nos hace recordar que el cine es un arte manual.


Decía que esta película casi nos hace contemplar la belleza ideal, esa que está en nuestros cerebros y nuestros corazones.

3 comentarios:

Justo dijo...

Tiene aliento poético, es verdad.. aunque me pareció un error la última escena, en la piscina.. innecesaria.

Pero es un gozo para quienes gustamos del género vampiresco, ver algo no usual y estimulante.

Un saludo

Eduardo Fuembuena dijo...

Hola Justo,

Si. Tal vez esa última secuencia tiene un tono cuanto menos inesperada y desigual con el resto, (eso si, técnicamente es brillantísima).

Me alegro mucho de que te haya gustado.

Un saludo

larraz dijo...

Hermosa película, con el silencio de la nieve y la infancia envolviéndolo todo.

Estoy de acuerdo con vosotros en lo de la última escena.