miércoles, 25 de marzo de 2009

LOS ABRAZOS ROTOS


Esta película me ha fascinado más de lo que podría haber imaginado cuando compraba la entrada y aún antes.

Durante una de las escenas, justo la que recoge la imagen de encima, a mi memoria volvían unas pocas palabras inconscientemente pronunciadas por mí mismo durante una comida en un caluroso polígono, el verano pasado: "El arte parece malo", sentencié ante dos decoradores con goya. Mi snobismo, siempre roto por mí aceptada humillación, (de entonces y de ahora) y mi reconocimiento absoluto de los méritos de esta película valgan para absolverme.

Dudo mucho que Los abrazos rotos contente al espectador medio almodovariano, un patrón de espectador que por desgracia conocemos muy bien en este país. No por nada, el público de la sesión de tarde de la que acabo de regresar parecía desaletargarse solamente en el epílogo de la película, en el que el director se auto-parodia bien conscientemente, reuniendo todos los clichés de su cine, esos mismos que ostentaba su lamentable cortometraje, estrictamente coetáneo La concejala antropófaga, (¿Una campaña publicitaria bien ardida de cara al auténtico mazazo que supondría la película para ese espectador almodovariano?)

El caso es que cuanto menos almodovariana se hace la película más personal parece ésta y crece la potencia del genio. En este sentido, indudablemente ha contado en el éxito de la película la participación de Rodrigo Prieto como Director de fotografía y de Antxón Gómez como decorador. Almodovar ha aprendido con ésta película que menos es más. No solo la planificación sigue siendo, como en La mala educación invisible y los ambientes menos abigarrados de lo acostumbrado en su cine, sino que ha logrado lo que solamente los grandes de verdad lograron: Que el tiempo fílmico se detenga, se estire infinitamente y nos lleve con él como en una placentera ensoñación.

Pero lo más importante es que, tal vez por primera vez, Almodovar ha demostrado una auténtica sinceridad al reconocer sus modelos fílmicos, en esta ocasión: Hitchcock, De palma, Malle, Zulueta, Rossellini, Fellini o Bergman, algunas de cuyas películas "escucha" cual Borges, Harry, el personaje de Homar, o son nombradas durante el metraje. Y si no se menciona a Antonioni al menos se saca a relucir un libro de Tonino Guerra, el guionista del cineasta de Ferrara, porque sin el cine de Antonioni no se entendería una película como esta, ni tendría a penas razón de ser, (se piensa en La aventura, Identificación de una mujer y, sobre todo en Blow Up).

Ni que decir que los actores y actrices están soberbios, con especial mención a Lluís Homar, antológico y a Blanca Portillo, que Almodovar a trabajado como una auténtica sosias de Glenda Jackson. El único lunar que afea la labor de conjunto es el muy deficiente Tamal Novas en un papel clave.
Se me perdone lo apresurado de esta entrada, pero he preferido escribir casi sin pensar, llevado por mis impresiones tras volver a casa tras el visionado.
Mis sinceras felicitaciones y toda mi admiración a los factores de esta gran película.

2 comentarios:

Josito Montez dijo...

Acabo de venir de verla y comparto la misma sensación. La de la sorpresa mayúscula e inesperada. Grande, grande. Mañana postearé sobre ella, con toda probabilidad.

Eduardo Fuembuena dijo...

Estimado Montez,

Me alegro enormemente de que compartamos también el gusto.

Discúlpame si el artículo que publico esta tarde puede llegar a molestarte por mi radicalidad, pero es lo que considero. En cierto modo, esa es la grandeza de todo: poder tener la misma opinión a la vez que la contraria.

Saludos